"Todo empezó porque alguien me dijo deja de llorar y aprende a montar bicicleta"
Niñas sin miedo nace de la inquietud de romper con mis propios miedos.
Yo era una mujer muy insegura, tanto, que un día mi jefe me preguntó ‘¿por qué te da miedo entregarme un informe?’. Me lo dijo sin intención de matonearme. Su observación vino acompañada de un consejo. Me dijo que montara en bicicleta. Yo quedé desubicada ¿Qué tenía que ver una cosa con la otra? Tenía razón, era evidente que yo era una mujer llena de temores. En el 2013 pase por un intento de abuso sexual en una calle de la ciudad de Buenos Aires. A raiz de eso sentía miedo de que la gente en la calle se me acercara, me vestía como yo no quería, vivía amedrentada, sin confianza en mí ni en los demás.
Seguí el consejo. A los 27 años yo no sabía montar bicicleta. Estaba decidida a intentarlo. Fui con mi mamá a la Biciescuela, un colectivo de personas que enseñan gratis. Las dos estábamos en las mismas. Mi mamá aprendió primero; era un ejercicio de conectar la mente con el cuerpo, de pensar que no te vas a caer. En definitiva, pedalear sin ayuda era un acto simple y grande de seguridad, como si te tomaras una píldora que produce confianza.
En una caída me lesioné. La situación se presentó para que yo desistiera, pero seguí. ¡Pude hacerlo después de mucho esfuerzo! Y no contenta con mi conquista, enfrenté la calle. Me lancé arriba de las dos ruedas. Lentamente fui sumando cuadras. Me desafié. En la medida que me fui apropiando de la ciudad a bordo de la bici, mi forma de ser fue otra. Había dejado lejos a la mujer triste y temerosa. No me importó irme en falda, me fui poniendo bonita, sin importar si sudaba. Me tenía sin cuidado que algunos transeúntes me faltaran al respeto con sus piropos, la intolerancia de los carros.
En ese ejercicio introspectivo, se juntaron un montón de vivencias en pasado, presente y futuro. Así di con la respuesta de mi proyecto de vida, lo acote a niñas en situación de vulnerabilidad. Contaba con cifras y había explorado maneras de intervenir. En Colombia y en muchos otros países del mundo las niñas tienen una vida relativamente tranquila hasta que cumplen 10 años. Llegan a la pubertad y muchos las perciben como un producto que se puede comprar, vender o negociar. Comienzan los asedios, los acosos y los peligros: violencia física y sexual, matrimonio forzado, explotación sexual, entre muchos otros.